DIARIO DEL RALLYE DE SUECIA por Sergio Fombona
 
fotos J.M.Pastor
LA LLEGADA

Después de un largo y pesado viaje Asturias-Madrid-Copenhaghe-Karlstad, nuestra llegada al aeropuerto de Karlstad fue el Sábado 31 de Enero, a las cinco de la tarde; por supuesto ya era de noche... Mientras Guifré recogía las maletas, yo me dirigí a Avis para coger nuestro “muleto” para la ocasión: un Opel Astra 1.6 de gasolina, con unas ruedas “mixtas” asfalto-nieve (como unas ruedas de contacto convencionales, pero con dos hileras de pequeños clavos en el exterior y el interior de las mismas). La temperatura era de 5 bajo cero, y en el aeropuerto estaba todo completamente nevado, así que las condiciones se prestaban a hacer un poco “el indio” y a comenzar a experimentar la conducción sobre nieve y hielo con las primeras derrapaditas; divertido (¡la sonrisa ya llegaba de oreja a oreja, y esto no había hecho más que comenzar!).

Salimos del aeropuerto y, con la ayuda de un mapa (no muy buenos, por cierto; son bastante peores que cualquier mapa de carreteras español), nos dirigimos a Eksharad, a 20 kms. al norte de Hagfors (centro neurálgico del Rallye). Tras unos cien kilómetros a 90 por hora, dado que me habían advertido seriamente sobre los controles de radar y las desorbitadas multas que te hacen pagar en el acto, llegamos a Hedegards Pensionat. Aquí “viviríamos” durante casi una semana, puesto que los tramos quedaban relativamente cerca.

La señora que nos atendió, llamada Ivonne, era tremendamente amable, y llegamos a tener una muy buena relación tanto con ella como con su marido y sus hijos, de 11 y 9 años. Todos ellos eran holandeses y llevaban algo más de un año viviendo en Suecia. Nos acomodamos en nuestras habitaciones (bastante sencillas, con dos baños compartidos para cinco habitaciones), y después nos dirigimos a Hagfors para cenar e ir viendo localizaciones del Rallye, oficina permanente… Después de cenar, ni Guifré ni yo pudimos controlar las ganas de ver de qué iba eso de conducir sobre nieve, así que comenzamos a buscar carreteras y caminos por los alrededores de Hagfors y en dirección a nuestro “hotel”. Nos acostamos bastante tarde, pero la increíble experiencia de ir derrapando por carreteras totalmente nevadas mereció la pena…

EL PRIMER DÍA

La mañana siguiente Guifré y yo quedamos a las 8 de la mañana para hacer un poco de “footing”, y mientras corríamos sobre la carretera ligeramente helada iba levantándose el sol. La verdad es que poder contemplar un paisaje con bosques, lagos y caminos totalmente nevados hasta donde alcanza la vista es un privilegio por el que ya merece la pena visitar los países nórdicos en invierno… Desayunamos tranquilamente mientras Ivonne nos iba explicando cosas sobre Suecia, como el ritmo de vida, las costumbres…

Salimos en torno a las 11:30 y comenzamos a hacer aquello para lo que nos había enviado Zanini con un par de días de antelación: buscar carreteras y caminos para ir aprendiendo lo que es conducir sobre nieve y coger notas en este elemento, tan diferente de lo que estamos acostumbrados en España. Pero, como ya os dije antes, alrededor del hotel estaban todos los tramos, así que nos cogimos una carretera hacia el Oeste que se alejara de la zona. Ya a más de 30 kms., comenzamos a salir de la carretera principal para adentrarnos en caminos donde poder practicar; y la verdad es que no deben tener ningún problema para hacer el Rallye: te metas por donde te metas encuentras una carretera ideal para disputar un tramo. Y así fue que primero practicamos en una carretera paralela a un lago, luego en una más lenta que terminaba en una zona de tala de árboles… Las ruedas del Astra, aunque tenían poquitos clavos, la verdad es que funcionan bien sobre nieve cuando tienes el coche un poco “lanzado”, y puedes disfrutar como un enano balanceándolo, haciendo pie izquierdo, tirando del freno de mano… Respecto a las notas, después de una breve “adaptación al medio” no tuvimos mayor problema para describir aceptablemente la carretera e ir cómodos, ya que afortunadamente el sistema que utilizo es muy objetivo y es idéntico ya sea para el más puro tramo de asfalto, para la tierra, o para los tramos de nieve de Suecia. Evidentemente, sí que tuvimos que ampliar el vocabulario para incluir palabras como “hielo” o “mucha nieve”, que jamás se utilizan en España…

Cuando nos dimos cuenta, ya estábamos muy cerca de la frontera con Noruega, así que decidimos acercarnos, puesto que ninguno de los dos había estado en aquel país y nos hacía ilusión “visitarlo”. La frontera no era más que una caseta abandonada y unos carteles que ponían “Suecia” y “Noruega” en sus respectivos idiomas. Miramos nuevamente el mapa, y Oslo, la capital de Noruega, no quedaba muy lejos de allí (a unos 100 Kms.), así que ya que estábamos… Una ciudad bonita, medio nevada cuando la visitamos, pero no es el típico sitio que recomendarías para ir de vacaciones (aunque para ser justos, apenas estuvimos dos horas allí). Cenamos temprano, a las cinco de la tarde, y comenzamos el viaje de vuelta.

Por el camino, el termómetro del coche registró las temperaturas más bajas que vivimos en todos los diez días: ¡hasta 18 bajo cero! Pero es un frío seco, y sin viento, por lo que la “sensación térmica” que da no es tan baja. Cuando llegamos a Hedegards Pensionat, estaban esperándonos Xevi Pons (nuestro compañero del Equipo RACC-Repsol), Oriol Juliá (su copiloto), Joan Sureda (Jefe de Logística de Calm Competició) y Jorge Bernal (antiguo copiloto de Triviño, actualmente miembro de Calm Competició). Todos ellos habían llegado esa misma tarde de Finlandia, donde habían disputado el Artic Rally con el fin de ir acumulando experiencia sobre nieve. Charlamos distendidamente durante algo más de media hora, y nos fuimos a la cama con las baterías bajo mínimos…

PRIMERAS AVENTURAS

El Lunes volvimos a madrugar para correr un rato, pero las temperaturas eran bastante más bajas que la mañana anterior, tanto que cuando regresamos al hotel tras tres cuartos de hora de footing, nuestras caras estaban como las de los escaladores que ves en la tele subiendo el Everest: ¡cejas y barba blancas por el hielo, gorros congelados y carámpanos en la nariz! Nos daba la risa al vernos así.

Esa tarde teníamos que recoger toda la documentación de entrenos (placas para el coche de reconocimientos, GPS…), pero antes queríamos dar el último repaso a las notas y conducción sobre nieve, así que nos dirigimos hacia el norte en busca de nuevas carreteras (¡lo que realmente queríamos era seguir pasándolo como los indios!). Tras entrar y salir de varias carreteras y caminos que, por un motivo u otro no servían (demasiado tráfico, demasiado nevados, demasiado cortos…), nos metimos en un camino que realmente prometía: la capa de nieve y hielo perfectas, “snow banks” o taludes de nieve perfectos, relativamente rápida… Así que empezamos a motivarnos, disfrutando lo indecible, yendo cada vez más rápido, hasta que… ¡CHOF! La carretera se terminaba de golpe tras una izquierda rápida; lo que ocurría exactamente, es que tras aquella izquierda había una entrada a una granja, por lo que la máquina quitanieves sólo había limpiado la carretera hasta allí, dejando en aquel punto un considerable montón de nieve, en el cual enterramos medio coche. Nos reímos un poco (lo justo en aquella situación), nos armamos de paciencia y comenzamos a ponernos encima toda la ropa de nieve que habíamos llevado (botas, gorros, guantes, abrigo…), pues ya nos olíamos que íbamos a pasar un buen rato allí. Guifré se acercó hasta la granja, y afortunadamente encontró una buena pala, con la que estuvimos ¡una hora! sacando nieve a turnos, en la que ya nos sobraba toda la ropa que nos habíamos puesto antes, hasta que pudimos salir de allí.

Pero a pesar del incidente, aquella carretera era perfecta para lo que queríamos, así que cogimos notas de “nuestro tramo” en ambos sentidos, y nos pusimos a dar pasadas durante un buen rato. La carretera no tenía nada de tráfico, así que comenzamos a cronometrar las pasadas, probando en cada una de ellas diferentes “estilos” para comprobar cuál era más efectivo: el clásico sobre-virador, el sub-virador que se está imponiendo últimamente gracias a Gronholm y a Loeb, una mezcla de los dos en función de si la curva era rápida o lenta… Aunque iba más cómodo y seguro con el estilo tradicional, la verdad es que los tiempos eran mejores sub-virando; pero también era más difícil corregir un error, así que ya tenía algo en qué pensar hasta que pudiera probar el “Mitsu” y ver sus reacciones… A modo de anécdota, comentaros que en las pasadas buenas empleábamos poco más de 52 segundos para recorrer el kilómetro y medio del tramo, con lo que nos salía una media de más de 100 kms/h; y esto con un Opel Astra con “cuatro clavos”, así que ya nos íbamos haciendo a la idea de lo que podía ser el Rallye de Suecia…

Ya bajando hacia Hagfors para coger notas del Shake-Down, nos dimos cuenta de que teníamos la pala dentro del coche, así que tras un pequeño debate acerca de lo que debíamos hacer, decidimos dar la vuelta y devolverla, ya que, como decía Guifré, a nosotros nos sacó de una situación apurada, pero para nuestros prestatarios de la granja era una herramienta imprescindible para su vida diaria. Finalmente llegamos al Shake-Down hacia las tres de la tarde, así que apenas nos quedaba poco más de una hora de luz. Los cuatro kilómetros que lo componían eran estrechos, pero divertidos: el principio era en subida, algo lento y con mucha nieve, para luego pasar a ser más rápido y con mejor piso (más hielo) en el llano de arriba y en la bajada. Tras anotar y dar otras tres pasadas, donde tan sólo nos cruzamos a un autóctono anciano paseando, más frío que la temperatura reinante, puesto que ni se inmutaba ante el paso de un coche derrapando a alta velocidad, ya nos íbamos a ir a las verificaciones, pero decidimos dar una última pasada para probar si se veía mejor con gafas de sol especiales para nieve o sin ellas. ¡Mala decisión! A mitad de tramo nos cruzamos con un coche que venía de frente; aunque la carretera era estrecha, lo esquivamos echándonos los dos a nuestro lado. Misma jugada llegando a la meta, pero en una zona más rápida, así que hubo un poco más de “emoción”. Nada más pasar meta, me despisté un poco pensando en los dos coche que acabábamos de esquivar; pero en Suecia no te puedes distraer ni en los enlaces, así que ocurrió lo inevitable: ¡trompo y de nuevo empanzados en la nieve!

Íbamos a echar de menos la pala de la granja… No pasaba nadie por allí, así que comenzamos a sacar nieve con las manos y a patadas, pero más por frustración y por hacer algo, a la espera de que llegara algún “rescatador”, ya que sabíamos que sería inútil sacar el coche sin una pala o sin otro coche que tirara por el nuestro. Llevábamos ya un buen rato liados a patadas con la nieve cuando Guifré me dijo que se acercaba alguien caminando; era una pareja, y a medida que se aproximaban más familiar nos resultaba su acento: ¡eran catalanes! No solo eso, sino que Guifré conocía al chico y se puso a hablar amigablemente con él; resulta que era Lluis Pérez, rápido y conocido piloto catalán, que participa en el regional de Rallyes con un Peugeot 205 Maxi. Su novia no parecía tan amigable: ¡resulta que eran los ocupantes del último coche con que nos habíamos cruzado, que al apartarse a un lado se habían quedado atascados en la nieve! Bueno al menos teníamos compañía (buena compañía). Aún con su ayuda, éramos incapaces de sacar el coche, así que cuando llamó Oriol Juliá para ver si íbamos juntos a verificar le pedimos auxilio. Llegó con Xevi Pons a la media hora, y entre todos sacamos el coche en cinco minutos; luego repetimos la jugada con el de Luis, pero su Focus estaba un poco más enterrado, así que necesitamos la ayuda de unos corpulentos finlandeses que llegaron anotando el Shake Down.

Bueno, como experiencia no estuvo nada mal; ya habíamos aprendido que el mínimo error se paga con un empanzamiento en la nieve y con el consecuente tiempo y esfuerzo que se requiere para volver a la carretera. Con bastante más conocimiento del medio del que teníamos dos días antes, en nuestra llegada, nos presentamos en las Oficinas del Rallye en Hagfors para recoger la documentación de los reconocimientos y para pasar las verificaciones administrativas, en las que la presencia de piloto y copiloto era “COMPULSORY” para todos excepto para los equipos oficiales. “Compulsory” significa algo así como “Obligatorio” o “Por narices”, y podéis creer que acabamos con la palabra bien aprendida, ya que hay un montón de cosas que son “compulsory” en un Rallye del Mundial… La gente de la organización era realmente amable y colaboradora, algo que pudimos verificar a lo largo de todo el Rallye, lo cual nos sorprendió muy gratamente, ya que en España, en muchas ocasiones, parece que los comisarios están esperando a que cometas un error para poder darte un tirón de orejas o aplicarte la correspondiente y reglamentada sanción; aquí la actitud era radicalmente opuesta, llegando algunos comisarios a avisarte de tu hora para entregar el carnet de ruta. Se agradecía, te hacía sentir más cómodo, algo importante cuando todo es nuevo…

Mientras verificábamos llegó Carlos Sainz, con el que intercambiamos saludos, y Marc Martí, como siempre de buen humor, con el que estuvimos charlando distendidamente. Esperamos unos minutos a que nos dieran nuestros aparatos de GPS, y fuimos al hotel a cenar mientras nos los instalaban los mecánicos de Calm (que ya habían llegado desde Finlandia con dos camiones de asistencia y el coche con el que había corrido Xevi el Artic Rallye). También habían llegado Triviño y Barrabés, y Ferrán Font y Ambás, con quienes compartiríamos asistencia con Calm; cenamos, los copis organizaron el primer día de Reconocimientos oficiales, y nos fuimos prontito para la cama.(continuará)