|
LA
LLEGADA
Después
de un largo y pesado viaje Asturias-Madrid-Copenhaghe-Karlstad,
nuestra llegada al aeropuerto de Karlstad fue el Sábado
31 de Enero, a las cinco de la tarde; por supuesto ya era de noche...
Mientras Guifré recogía las maletas, yo me dirigí
a Avis para coger nuestro “muleto” para la ocasión:
un Opel Astra 1.6 de gasolina, con unas ruedas “mixtas”
asfalto-nieve (como unas ruedas de contacto convencionales, pero
con dos hileras de pequeños clavos en el exterior y el
interior de las mismas). La temperatura era de 5 bajo cero, y
en el aeropuerto estaba todo completamente nevado, así
que las condiciones se prestaban a hacer un poco “el indio”
y a comenzar a experimentar la conducción sobre nieve y
hielo con las primeras derrapaditas; divertido (¡la sonrisa
ya llegaba de oreja a oreja, y esto no había hecho más
que comenzar!).
Salimos
del aeropuerto y, con la ayuda de un mapa (no muy buenos, por
cierto; son bastante peores que cualquier mapa de carreteras español),
nos dirigimos a Eksharad, a 20 kms. al norte de Hagfors (centro
neurálgico del Rallye). Tras unos cien kilómetros
a 90 por hora, dado que me habían advertido seriamente
sobre los controles de radar y las desorbitadas multas que te
hacen pagar en el acto, llegamos a Hedegards Pensionat. Aquí
“viviríamos” durante casi una semana, puesto
que los tramos quedaban relativamente cerca.
La
señora que nos atendió, llamada Ivonne, era tremendamente
amable, y llegamos a tener una muy buena relación tanto
con ella como con su marido y sus hijos, de 11 y 9 años.
Todos ellos eran holandeses y llevaban algo más de un año
viviendo en Suecia. Nos acomodamos en nuestras habitaciones (bastante
sencillas, con dos baños compartidos para cinco habitaciones),
y después nos dirigimos a Hagfors para cenar e ir viendo
localizaciones del Rallye, oficina permanente… Después
de cenar, ni Guifré ni yo pudimos controlar las ganas de
ver de qué iba eso de conducir sobre nieve, así
que comenzamos a buscar carreteras y caminos por los alrededores
de Hagfors y en dirección a nuestro “hotel”.
Nos acostamos bastante tarde, pero la increíble experiencia
de ir derrapando por carreteras totalmente nevadas mereció
la pena…
EL
PRIMER DÍA
La
mañana siguiente Guifré y yo quedamos a las 8 de
la mañana para hacer un poco de “footing”,
y mientras corríamos sobre la carretera ligeramente helada
iba levantándose el sol. La verdad es que poder contemplar
un paisaje con bosques, lagos y caminos totalmente nevados hasta
donde alcanza la vista es un privilegio por el que ya merece la
pena visitar los países nórdicos en invierno…
Desayunamos tranquilamente mientras Ivonne nos iba explicando
cosas sobre Suecia, como el ritmo de vida, las costumbres…
Salimos
en torno a las 11:30 y comenzamos a hacer aquello para lo que
nos había enviado Zanini con un par de días de antelación:
buscar carreteras y caminos para ir aprendiendo lo que es conducir
sobre nieve y coger notas en este elemento, tan diferente de lo
que estamos acostumbrados en España. Pero, como ya os dije
antes, alrededor del hotel estaban todos los tramos, así
que nos cogimos una carretera hacia el Oeste que se alejara de
la zona. Ya a más de 30 kms., comenzamos a salir de la
carretera principal para adentrarnos en caminos donde poder practicar;
y la verdad es que no deben tener ningún problema para
hacer el Rallye: te metas por donde te metas encuentras una carretera
ideal para disputar un tramo. Y así fue que primero practicamos
en una carretera paralela a un lago, luego en una más lenta
que terminaba en una zona de tala de árboles… Las
ruedas del Astra, aunque tenían poquitos clavos, la verdad
es que funcionan bien sobre nieve cuando tienes el coche un poco
“lanzado”, y puedes disfrutar como un enano balanceándolo,
haciendo pie izquierdo, tirando del freno de mano… Respecto
a las notas, después de una breve “adaptación
al medio” no tuvimos mayor problema para describir aceptablemente
la carretera e ir cómodos, ya que afortunadamente el sistema
que utilizo es muy objetivo y es idéntico ya sea para el
más puro tramo de asfalto, para la tierra, o para los tramos
de nieve de Suecia. Evidentemente, sí que tuvimos que ampliar
el vocabulario para incluir palabras como “hielo”
o “mucha nieve”, que jamás se utilizan en España…
Cuando
nos dimos cuenta, ya estábamos muy cerca de la frontera
con Noruega, así que decidimos acercarnos, puesto que ninguno
de los dos había estado en aquel país y nos hacía
ilusión “visitarlo”. La frontera no era más
que una caseta abandonada y unos carteles que ponían “Suecia”
y “Noruega” en sus respectivos idiomas. Miramos nuevamente
el mapa, y Oslo, la capital de Noruega, no quedaba muy lejos de
allí (a unos 100 Kms.), así que ya que estábamos…
Una ciudad bonita, medio nevada cuando la visitamos, pero no es
el típico sitio que recomendarías para ir de vacaciones
(aunque para ser justos, apenas estuvimos dos horas allí).
Cenamos temprano, a las cinco de la tarde, y comenzamos el viaje
de vuelta.
Por
el camino, el termómetro del coche registró las
temperaturas más bajas que vivimos en todos los diez días:
¡hasta 18 bajo cero! Pero es un frío seco, y sin
viento, por lo que la “sensación térmica”
que da no es tan baja. Cuando llegamos a Hedegards Pensionat,
estaban esperándonos Xevi Pons (nuestro compañero
del Equipo RACC-Repsol), Oriol Juliá (su copiloto), Joan
Sureda (Jefe de Logística de Calm Competició) y
Jorge Bernal (antiguo copiloto de Triviño, actualmente
miembro de Calm Competició). Todos ellos habían
llegado esa misma tarde de Finlandia, donde habían disputado
el Artic Rally con el fin de ir acumulando experiencia sobre nieve.
Charlamos distendidamente durante algo más de media hora,
y nos fuimos a la cama con las baterías bajo mínimos…
PRIMERAS
AVENTURAS
El
Lunes volvimos a madrugar para correr un rato, pero las temperaturas
eran bastante más bajas que la mañana anterior,
tanto que cuando regresamos al hotel tras tres cuartos de hora
de footing, nuestras caras estaban como las de los escaladores
que ves en la tele subiendo el Everest: ¡cejas y barba blancas
por el hielo, gorros congelados y carámpanos en la nariz!
Nos daba la risa al vernos así.
Esa
tarde teníamos que recoger toda la documentación
de entrenos (placas para el coche de reconocimientos, GPS…),
pero antes queríamos dar el último repaso a las
notas y conducción sobre nieve, así que nos dirigimos
hacia el norte en busca de nuevas carreteras (¡lo que realmente
queríamos era seguir pasándolo como los indios!).
Tras entrar y salir de varias carreteras y caminos que, por un
motivo u otro no servían (demasiado tráfico, demasiado
nevados, demasiado cortos…), nos metimos en un camino que
realmente prometía: la capa de nieve y hielo perfectas,
“snow banks” o taludes de nieve perfectos, relativamente
rápida… Así que empezamos a motivarnos, disfrutando
lo indecible, yendo cada vez más rápido, hasta que…
¡CHOF! La carretera se terminaba de golpe tras una izquierda
rápida; lo que ocurría exactamente, es que tras
aquella izquierda había una entrada a una granja, por lo
que la máquina quitanieves sólo había limpiado
la carretera hasta allí, dejando en aquel punto un considerable
montón de nieve, en el cual enterramos medio coche. Nos
reímos un poco (lo justo en aquella situación),
nos armamos de paciencia y comenzamos a ponernos encima toda la
ropa de nieve que habíamos llevado (botas, gorros, guantes,
abrigo…), pues ya nos olíamos que íbamos a
pasar un buen rato allí. Guifré se acercó
hasta la granja, y afortunadamente encontró una buena pala,
con la que estuvimos ¡una hora! sacando nieve a turnos,
en la que ya nos sobraba toda la ropa que nos habíamos
puesto antes, hasta que pudimos salir de allí.
Pero
a pesar del incidente, aquella carretera era perfecta para lo
que queríamos, así que cogimos notas de “nuestro
tramo” en ambos sentidos, y nos pusimos a dar pasadas durante
un buen rato. La carretera no tenía nada de tráfico,
así que comenzamos a cronometrar las pasadas, probando
en cada una de ellas diferentes “estilos” para comprobar
cuál era más efectivo: el clásico sobre-virador,
el sub-virador que se está imponiendo últimamente
gracias a Gronholm y a Loeb, una mezcla de los dos en función
de si la curva era rápida o lenta… Aunque iba más
cómodo y seguro con el estilo tradicional, la verdad es
que los tiempos eran mejores sub-virando; pero también
era más difícil corregir un error, así que
ya tenía algo en qué pensar hasta que pudiera probar
el “Mitsu” y ver sus reacciones… A modo de anécdota,
comentaros que en las pasadas buenas empleábamos poco más
de 52 segundos para recorrer el kilómetro y medio del tramo,
con lo que nos salía una media de más de 100 kms/h;
y esto con un Opel Astra con “cuatro clavos”, así
que ya nos íbamos haciendo a la idea de lo que podía
ser el Rallye de Suecia…
Ya
bajando hacia Hagfors para coger notas del Shake-Down, nos dimos
cuenta de que teníamos la pala dentro del coche, así
que tras un pequeño debate acerca de lo que debíamos
hacer, decidimos dar la vuelta y devolverla, ya que, como decía
Guifré, a nosotros nos sacó de una situación
apurada, pero para nuestros prestatarios de la granja era una
herramienta imprescindible para su vida diaria. Finalmente llegamos
al Shake-Down hacia las tres de la tarde, así que apenas
nos quedaba poco más de una hora de luz. Los cuatro kilómetros
que lo componían eran estrechos, pero divertidos: el principio
era en subida, algo lento y con mucha nieve, para luego pasar
a ser más rápido y con mejor piso (más hielo)
en el llano de arriba y en la bajada. Tras anotar y dar otras
tres pasadas, donde tan sólo nos cruzamos a un autóctono
anciano paseando, más frío que la temperatura reinante,
puesto que ni se inmutaba ante el paso de un coche derrapando
a alta velocidad, ya nos íbamos a ir a las verificaciones,
pero decidimos dar una última pasada para probar si se
veía mejor con gafas de sol especiales para nieve o sin
ellas. ¡Mala decisión! A mitad de tramo nos cruzamos
con un coche que venía de frente; aunque la carretera era
estrecha, lo esquivamos echándonos los dos a nuestro lado.
Misma jugada llegando a la meta, pero en una zona más rápida,
así que hubo un poco más de “emoción”.
Nada más pasar meta, me despisté un poco pensando
en los dos coche que acabábamos de esquivar; pero en Suecia
no te puedes distraer ni en los enlaces, así que ocurrió
lo inevitable: ¡trompo y de nuevo empanzados en la nieve!
Íbamos
a echar de menos la pala de la granja… No pasaba nadie por
allí, así que comenzamos a sacar nieve con las manos
y a patadas, pero más por frustración y por hacer
algo, a la espera de que llegara algún “rescatador”,
ya que sabíamos que sería inútil sacar el
coche sin una pala o sin otro coche que tirara por el nuestro.
Llevábamos ya un buen rato liados a patadas con la nieve
cuando Guifré me dijo que se acercaba alguien caminando;
era una pareja, y a medida que se aproximaban más familiar
nos resultaba su acento: ¡eran catalanes! No solo eso, sino
que Guifré conocía al chico y se puso a hablar amigablemente
con él; resulta que era Lluis Pérez, rápido
y conocido piloto catalán, que participa en el regional
de Rallyes con un Peugeot 205 Maxi. Su novia no parecía
tan amigable: ¡resulta que eran los ocupantes del último
coche con que nos habíamos cruzado, que al apartarse a
un lado se habían quedado atascados en la nieve! Bueno
al menos teníamos compañía (buena compañía).
Aún con su ayuda, éramos incapaces de sacar el coche,
así que cuando llamó Oriol Juliá para ver
si íbamos juntos a verificar le pedimos auxilio. Llegó
con Xevi Pons a la media hora, y entre todos sacamos el coche
en cinco minutos; luego repetimos la jugada con el de Luis, pero
su Focus estaba un poco más enterrado, así que necesitamos
la ayuda de unos corpulentos finlandeses que llegaron anotando
el Shake Down.
Bueno,
como experiencia no estuvo nada mal; ya habíamos aprendido
que el mínimo error se paga con un empanzamiento en la
nieve y con el consecuente tiempo y esfuerzo que se requiere para
volver a la carretera. Con bastante más conocimiento del
medio del que teníamos dos días antes, en nuestra
llegada, nos presentamos en las Oficinas del Rallye en Hagfors
para recoger la documentación de los reconocimientos y
para pasar las verificaciones administrativas, en las que la presencia
de piloto y copiloto era “COMPULSORY” para todos excepto
para los equipos oficiales. “Compulsory” significa
algo así como “Obligatorio” o “Por narices”,
y podéis creer que acabamos con la palabra bien aprendida,
ya que hay un montón de cosas que son “compulsory”
en un Rallye del Mundial… La gente de la organización
era realmente amable y colaboradora, algo que pudimos verificar
a lo largo de todo el Rallye, lo cual nos sorprendió muy
gratamente, ya que en España, en muchas ocasiones, parece
que los comisarios están esperando a que cometas un error
para poder darte un tirón de orejas o aplicarte la correspondiente
y reglamentada sanción; aquí la actitud era radicalmente
opuesta, llegando algunos comisarios a avisarte de tu hora para
entregar el carnet de ruta. Se agradecía, te hacía
sentir más cómodo, algo importante cuando todo es
nuevo…
Mientras
verificábamos llegó Carlos Sainz, con el que intercambiamos
saludos, y Marc Martí, como siempre de buen humor, con
el que estuvimos charlando distendidamente. Esperamos unos minutos
a que nos dieran nuestros aparatos de GPS, y fuimos al hotel a
cenar mientras nos los instalaban los mecánicos de Calm
(que ya habían llegado desde Finlandia con dos camiones
de asistencia y el coche con el que había corrido Xevi
el Artic Rallye). También habían llegado Triviño
y Barrabés, y Ferrán Font y Ambás, con quienes
compartiríamos asistencia con Calm; cenamos, los copis
organizaron el primer día de Reconocimientos oficiales,
y nos fuimos prontito para la cama.(continuará)
|