DIARIO DEL RALLYE DE NUEVA ZELANDA por Sergio Fombona
 
fotos J.M.Pastor
CORRIENDO EN CASA...

...a 21.000 kilómetros de distancia. Y es que en Nueva Zelanda, con sus paisajes montañosos, llenos del verde intenso de bosques y campos, y rodeados por el mar con sus playas y acantilados, muchas veces me daba la sensación de estar en plena Asturias. Pero volvía a la realidad al darme cuenta de que circulaba por la izquierda, o cuando hablaba con la gente de allí, tremendamente amable, pero con un difícil inglés, o cuando veía a una de las patrullas de policía que plagaban las carreteras, escondida detrás de una casa o de un árbol, a la caza de su próxima víctima... ¡que en una ocasión resulté ser yo!

El viaje es el más largo que podemos hacer desde España, ya que Nueva Zelanda está justo al otro lado del Mundo; y esto se refleja en las más de 34 horas de viaje para llegar allí... Llegamos el Lunes por la mañana, y ese día pasamos las verificaciones administrativas y acudimos a la presentación del Rallye en la bellísima ciudad de Auckland, centro neurálgico de la carrera. El Martes reconocimos el Shake Down, y ya nos dio una idea de lo que iba ser el Rallye, con sus dos zonas claramente diferenciadas: los primeros dos kilómetros rapidísimos, de curvas en 4ª y 5ª enlazadas, en las que ibas saltando de una a otra apuntando muy bien para coger el peralte y para no salirte de la trazada marcada, y otra zona lenta y estrecha, con muro de tierra a un lado y pequeña caída al otro.

El Miércoles comenzaba lo duro: tremendo madrugón para salir del hotel a las 6 de la mañana y dirigirnos, tras 150 kms. de carretera “tipo Asturiana”, a los tramos de la primera y segunda sección, en la zona de Paparoa, donde se encontraría el “Service Park”. Por el nuevo sistema “Mille Pistas” sólo podríamos dar una pasada a cada tramo, ya que la segunda se daría el mismo día en que se fueran a disputar por la mañana; a nadie le gustó este sistema, por las razones que podréis ir viendo en este relato... A las ocho y cinco comenzamos a reconocer “Wairere”, el primer tramo de verdad del Rallye (sin contar la “Super-Especial”); un tramo precioso pero muy difícil a primera vista, con muchas curvas ciegas. Seguimos con el más largo del Rallye: “Possum” (en honor al fallecido piloto local Possum Bourne); ¡Madre mía! ¡Cuando llevaba 25 kilómetros de los 48 del tramo ya no sabía ni qué anotar! Era una continua sucesión de curvas, tan rápidas como complicadas, sin una recta en la que poder descansar o pensar, con muchas zonas muy parecidas, y un montón de “trampas”, cambios de ritmo y de tipos de carretera en los que no te podías despistar ni un momento. El resto de los tramos seguían en la misma tónica, de fácil no tenían ni el nombre (“Waipu Gorge”, “Parahi”...); así que tras una sola pasada por los tramos de la primera y segunda sección sólo me había quedado una cosa clara en la cabeza: ¡Qué difícil!

Fuimos al Shake Down, que se realizaba el Miércoles tras una sola pasada a unos tramos y ninguna a otros (...), y allí pudimos comprobar varias cosas: por un lado, el fantástico trabajo realizado por el Equipo Calm Competició (entre los que estaba mi inseparable “Motorín”), que fueron con unos días de antelación a Auckland para revisar y poner a punto los coches, recién llegados de México. Por otro lado, que todo lo que nos habían dicho y habíamos previsto era cierto, incluso se quedaba corto: era divertidísimo correr en aquél tipo de tramos, pero también era sumamente complicado, y en el momento que calculabas mal una trayectoria, o te salías ligeramente de la trazada marcada, tenías que comenzar a hacer malabarismos para controlar el coche...

El Jueves continuaban las palizas; mismo madrugón para hacer más de 160 kms. en dirección opuesta al día anterior, en esta ocasión al Sur, hasta llegar a Raglan, la Capital Surfera de Nueva Zelanda, en torno a la que se encontraban los tramos y el Service de la Etapa del Domingo. Aunque el paisaje era similar, aquellos tramos eran muy diferentes a los del Norte; más estrechos, más ciegos debido a la vegetación, más técnicos aunque un poco más lentos, con más trampas, y con un tipo de tierra diferente, más vegetal, más negra con zonas de barro. Había una cosa que no cambiaba: la dificultad de sus nombres: “Te Hutewai”, “Te Papatapu” y “Waanga Coast”, el más largo de los tres con 29 kms., y probablemente el más bello y difícil del Rallye, con una primera zona muy rápida, en la que te vas dirigiendo hacia la costa, y una segunda parte tremendamente lenta y difícil, con una interminable sucesión de paellas que trascurren por un paisaje de postal, bordeando la costa en acantilados a bastantes metros de altura, con el mar y los bosques de compañeros de viaje.

Teminamos la pasada de rigor, y nos dirigimos a la “Foto Oficial” de los equipos del “Production World Rallye Champioship” (el Grupo N en Castellano). A continuación fuimos al Parque de Salida, en el que nos dieron la hora para participar en la Super Especial, “Manukau”, que se realizaría la noche del Jueves a dos pasadas. Un pequeño despiste en el enlace hizo que llegáramos a Manukau 1 con el tiempo justo para no penalizar, de modo que cuando el reloj se puso a cero yo aún estaba enchufando el Peltor, así que, con la tensión que llevábamos acumulada, bastante hicimos con acabar con el coche entero. Manukau 2 la pasamos de puro trámite, ya que el tramo era de sólo dos kilómetros llenos de vallas, como la que adornó Frisiero, nuestro compañero de Campeonato, con su rueda trasera derecha, por lo que tuvo que decir adiós al Rallye en el primer tramo... Después, vuelta para Auckland y a dormir pronto... ¡y poco!

Cinco menos veinte de la mañana en pie. Cogimos el Mitsubishi del Equipo Repsol-RACC, nos dirigimos a Paparoa, dejamos el coche en Parque Cerrado, y... cogimos el coche de entrenar. Extraño, ¿no? Cosas del sistema “Mille Pistas”, que también se podría llamar “Tremendos Madrugones”, todo para dar la segunda pasada de reconocimientos el mismo día de la carrera a primera hora de la mañana. Creo, y es opinión generalizada, que no compensa la única ventaja del sistema, que es comprobar el estado de los tramos unas horas antes de pasar por ellos, con la intranquilidad que te produce haber pasado sólo una vez hasta el mismo día de la carrera, el riesgo de quedarte “tirado” durante la pasada de la mañana y no poder ni tomar la salida, el madrugón que hay que pegarse, y todas las complicaciones logísticas que conlleva este sistema para el Equipo (el encargado de este tema en Calm Competició, el bueno de Joan Sureda, podría escribiros todo un libro a este propósito...) ¡Pero es lo que hay! Así que no hay más remedio que aceptar las normas y seguir el sistema, con lo que todos los días se repitió la misma jugada, acostándonos siempre más tarde de las 10:30 y levantándonos entre las 4:20 y 4:40.

El primer día fue el más duro, sobre todo psicológicamente. Por primera vez en mi vida, pensé que, ni con toda la experiencia preparación y medios del mundo, podría llegar al nivel o a los tiempos que hacía la gente de cabeza del Gr. N. Bien es cierto que era mi primera vez en Nueva Zelanda, que los tramos eran muy difíciles, que íbamos con un margen alto dado que teníamos la orden de terminar... Pero los tiempos de los Ligato, Stohl, Solá, McShea, etc. eran estratosféricos, y no podía ni imaginarme el ritmo que debían llevar. Con este panorama, acometimos la primera pasada por el tramo largo, que en esta ocasión estaba dividido en dos: “Cassidy”, de 16 kms., y “Bull”, de 32. El calor fuera era tremendo, las ventanillas debíamos llevarlas subidas y con el aire puesto (que en el coche que llevaba entra caliente...) para que no entrara el polvo, así que la temperatura dentro del coche superaba ampliamente los 50 grados. Y esto unido al trabajo físico que exigía Bull, hizo que terminara el tramo realmente extenuado, como nunca en mi vida, llegando a sentir un ligero mareo. ¡Menos mal que a continuación teníamos el Service para recuperar! Para la segunda pasada, los chicos de Calm hicieron un pequeño invento para que entrara algo de aire directo de afuera, lo cual se agradeció a lo largo del resto del Rallye. El día lo terminamos con la 3ª y 4ª pasadas por la Super-Especial, a las 9 de la noche, cinco horas después de haber disputado el último tramo (...). Cuando salimos ya estaba medio dormido, lo que nos costó un pequeño toque en el morro...

El segundo día fue mucho mejor. Supe “empezar de cero”, olvidando todos los problemas y la desmoralización de la primera etapa, y la verdad es que las cosas salieron muy bien. Seguimos con un alto margen, pero comencé a comprender ese tipo de tramos y los tiempos que salían eran mejores y yendo más cómodos. Pude disfrutar de la belleza de aquellas carreteras y de la velocidad a la que se iba, saltando de un peralte a otro sin moverse ni un milímetro de la trazada marcada. Y lo pasé realmente bien en las dos pasadas por Waipu Gorge, tramo realmente bonito, en el que más nos acercamos a los tiempos de cabeza. En esta etapa Guifré se vio obligado a llamarme un par de veces la atención, al considerar que peligraba nuestro objetivo, pero es que estaba disfrutando de lo lindo...). Al irme a la cama la sensación y los ánimos eran muy diferentes de los del día anterior.

Y llegó la temida Tercera Etapa. Para poner un poco más de complicación al asunto, la noche anterior había llovido, con lo que se había formado barro en muchas zonas. Y por si esto no fuera poco, desde los primeros kilómetros de Te Hutewai pude comprobar que había un problema con los diferenciales, probablemente con el central según me explicaría posteriormente Joseph Calm, el cual hacía que el coche fuera prácticamente inconducible, ya que al frenar o dar gas con el volante ligeramente torcido, el coche tendía radicalmente a hacer un trompo; y vaya que si los hicimos... Fue probablemente el día en que más apuros he pasado desde que comencé a correr para mantener el coche en la carretera. ¡Pero pude hacerlo (...a duras penas)! Incluidas las dos pasadas por el tremendo Waanga Coast, cuyos 29 retorcidos kilómetros se hacían interminables, y que tantas sorpresas dio: salidas de Solá, McShea y varios más, rueda arrancada de Duval, golpe de Solberg, trompo de Fombona (!)... A lo largo de toda la etapa podías ver restos de coches por todos lados: trozos de defensa roja tipo Peugeot 307, muelles, amortiguadores y copelas fuera de su lugar habitual, un Subaru Gr. N aparcado en una acequia... ¡Pero afortunadamente pudimos salvarnos de la quema y terminar tan dificilísimo Rallye!

No quisiera despedirme sin dedicar dos sinceras felicitaciones a mis compatriotas en el Gr. N, Dani Solá y Xevi Pons. A Xevi, mi compañero del Equipo Repsol-RACC-Mitsubishi, por su magnífica carrera en tan difícil Rallye, llegando a hacer algunos tiempos para quitarse el sombrero, superando en alguna ocasión a alguno de los “monstruos” de la categoría. Y a Dani, por la magistral lección de pilotaje que estaba dándonos a todos, manteniendo a raya al resto de favoritos del Gr. N, hasta que una desafortunada salida le dejó fuera de juego.

A la vuelta a casa, en el vuelo de Auckland a Los Ángeles, continué teniendo Asturias muy presente. A mi lado se sentó una pareja de Maorís naturales de Nueva Zelanda, muy simpáticos y charlatanes, y mi sorpresa fue cuando, después de un buen rato charlando, ella me dijo su nombre: Tierrina. Seguro que no se escribía así, ni para ellos significaba lo mismo, pero para mi estaba muy claro lo que quería decir: mi casa.