CORRIENDO
EN CASA...
...a 21.000 kilómetros de distancia. Y es que en Nueva
Zelanda, con sus paisajes montañosos, llenos del verde
intenso de bosques y campos, y rodeados por el mar con sus playas
y acantilados, muchas veces me daba la sensación de estar
en plena Asturias. Pero volvía a la realidad al darme
cuenta de que circulaba por la izquierda, o cuando hablaba con
la gente de allí, tremendamente amable, pero con un difícil
inglés, o cuando veía a una de las patrullas de
policía que plagaban las carreteras, escondida detrás
de una casa o de un árbol, a la caza de su próxima
víctima... ¡que en una ocasión resulté
ser yo!
El viaje es el más largo que podemos
hacer desde España, ya que Nueva Zelanda está
justo al otro lado del Mundo; y esto se refleja en las más
de 34 horas de viaje para llegar allí... Llegamos el
Lunes por la mañana, y ese día pasamos las verificaciones
administrativas y acudimos a la presentación del Rallye
en la bellísima ciudad de Auckland, centro neurálgico
de la carrera. El Martes reconocimos el Shake Down, y ya nos
dio una idea de lo que iba ser el Rallye, con sus dos zonas
claramente diferenciadas: los primeros dos kilómetros
rapidísimos, de curvas en 4ª y 5ª enlazadas,
en las que ibas saltando de una a otra apuntando muy bien para
coger el peralte y para no salirte de la trazada marcada, y
otra zona lenta y estrecha, con muro de tierra a un lado y pequeña
caída al otro.
El Miércoles comenzaba lo duro: tremendo
madrugón para salir del hotel a las 6 de la mañana
y dirigirnos, tras 150 kms. de carretera “tipo Asturiana”,
a los tramos de la primera y segunda sección, en la zona
de Paparoa, donde se encontraría el “Service Park”.
Por el nuevo sistema “Mille Pistas” sólo
podríamos dar una pasada a cada tramo, ya que la segunda
se daría el mismo día en que se fueran a disputar
por la mañana; a nadie le gustó este sistema,
por las razones que podréis ir viendo en este relato...
A las ocho y cinco comenzamos a reconocer “Wairere”,
el primer tramo de verdad del Rallye (sin contar la “Super-Especial”);
un tramo precioso pero muy difícil a primera vista, con
muchas curvas ciegas. Seguimos con el más largo del Rallye:
“Possum” (en honor al fallecido piloto local Possum
Bourne); ¡Madre mía! ¡Cuando llevaba 25 kilómetros
de los 48 del tramo ya no sabía ni qué anotar!
Era una continua sucesión de curvas, tan rápidas
como complicadas, sin una recta en la que poder descansar o
pensar, con muchas zonas muy parecidas, y un montón de
“trampas”, cambios de ritmo y de tipos de carretera
en los que no te podías despistar ni un momento. El resto
de los tramos seguían en la misma tónica, de fácil
no tenían ni el nombre (“Waipu Gorge”, “Parahi”...);
así que tras una sola pasada por los tramos de la primera
y segunda sección sólo me había quedado
una cosa clara en la cabeza: ¡Qué difícil!
Fuimos al Shake Down, que se realizaba el Miércoles
tras una sola pasada a unos tramos y ninguna a otros (...),
y allí pudimos comprobar varias cosas: por un lado, el
fantástico trabajo realizado por el Equipo Calm Competició
(entre los que estaba mi inseparable “Motorín”),
que fueron con unos días de antelación a Auckland
para revisar y poner a punto los coches, recién llegados
de México. Por otro lado, que todo lo que nos habían
dicho y habíamos previsto era cierto, incluso se quedaba
corto: era divertidísimo correr en aquél tipo
de tramos, pero también era sumamente complicado, y en
el momento que calculabas mal una trayectoria, o te salías
ligeramente de la trazada marcada, tenías que comenzar
a hacer malabarismos para controlar el coche...
El
Jueves continuaban las palizas; mismo madrugón para hacer
más de 160 kms. en dirección opuesta al día
anterior, en esta ocasión al Sur, hasta llegar a Raglan,
la Capital Surfera de Nueva Zelanda, en torno a la que se encontraban
los tramos y el Service de la Etapa del Domingo. Aunque el paisaje
era similar, aquellos tramos eran muy diferentes a los del Norte;
más estrechos, más ciegos debido a la vegetación,
más técnicos aunque un poco más lentos,
con más trampas, y con un tipo de tierra diferente, más
vegetal, más negra con zonas de barro. Había una
cosa que no cambiaba: la dificultad de sus nombres: “Te
Hutewai”, “Te Papatapu” y “Waanga Coast”,
el más largo de los tres con 29 kms., y probablemente
el más bello y difícil del Rallye, con una primera
zona muy rápida, en la que te vas dirigiendo hacia la
costa, y una segunda parte tremendamente lenta y difícil,
con una interminable sucesión de paellas que trascurren
por un paisaje de postal, bordeando la costa en acantilados
a bastantes metros de altura, con el mar y los bosques de compañeros
de viaje.
Teminamos
la pasada de rigor, y nos dirigimos a la “Foto Oficial”
de los equipos del “Production World Rallye Champioship”
(el Grupo N en Castellano). A continuación fuimos al
Parque de Salida, en el que nos dieron la hora para participar
en la Super Especial, “Manukau”, que se realizaría
la noche del Jueves a dos pasadas. Un pequeño despiste
en el enlace hizo que llegáramos a Manukau 1 con el tiempo
justo para no penalizar, de modo que cuando el reloj se puso
a cero yo aún estaba enchufando el Peltor, así
que, con la tensión que llevábamos acumulada,
bastante hicimos con acabar con el coche entero. Manukau 2 la
pasamos de puro trámite, ya que el tramo era de sólo
dos kilómetros llenos de vallas, como la que adornó
Frisiero, nuestro compañero de Campeonato, con su rueda
trasera derecha, por lo que tuvo que decir adiós al Rallye
en el primer tramo... Después, vuelta para Auckland y
a dormir pronto... ¡y poco!
Cinco menos veinte de la mañana en pie.
Cogimos el Mitsubishi del Equipo Repsol-RACC, nos dirigimos
a Paparoa, dejamos el coche en Parque Cerrado, y... cogimos
el coche de entrenar. Extraño, ¿no? Cosas del
sistema “Mille Pistas”, que también se podría
llamar “Tremendos Madrugones”, todo para dar la
segunda pasada de reconocimientos el mismo día de la
carrera a primera hora de la mañana. Creo, y es opinión
generalizada, que no compensa la única ventaja del sistema,
que es comprobar el estado de los tramos unas horas antes de
pasar por ellos, con la intranquilidad que te produce haber
pasado sólo una vez hasta el mismo día de la carrera,
el riesgo de quedarte “tirado” durante la pasada
de la mañana y no poder ni tomar la salida, el madrugón
que hay que pegarse, y todas las complicaciones logísticas
que conlleva este sistema para el Equipo (el encargado de este
tema en Calm Competició, el bueno de Joan Sureda, podría
escribiros todo un libro a este propósito...) ¡Pero
es lo que hay! Así que no hay más remedio que
aceptar las normas y seguir el sistema, con lo que todos los
días se repitió la misma jugada, acostándonos
siempre más tarde de las 10:30 y levantándonos
entre las 4:20 y 4:40.
El primer día fue el más duro,
sobre todo psicológicamente. Por primera vez en mi vida,
pensé que, ni con toda la experiencia preparación
y medios del mundo, podría llegar al nivel o a los tiempos
que hacía la gente de cabeza del Gr. N. Bien es cierto
que era mi primera vez en Nueva Zelanda, que los tramos eran
muy difíciles, que íbamos con un margen alto dado
que teníamos la orden de terminar... Pero los tiempos
de los Ligato, Stohl, Solá, McShea, etc. eran estratosféricos,
y no podía ni imaginarme el ritmo que debían llevar.
Con este panorama, acometimos la primera pasada por el tramo
largo, que en esta ocasión estaba dividido en dos: “Cassidy”,
de 16 kms., y “Bull”, de 32. El calor fuera era
tremendo, las ventanillas debíamos llevarlas subidas
y con el aire puesto (que en el coche que llevaba entra caliente...)
para que no entrara el polvo, así que la temperatura
dentro del coche superaba ampliamente los 50 grados. Y esto
unido al trabajo físico que exigía Bull, hizo
que terminara el tramo realmente extenuado, como nunca en mi
vida, llegando a sentir un ligero mareo. ¡Menos mal que
a continuación teníamos el Service para recuperar!
Para la segunda pasada, los chicos de Calm hicieron un pequeño
invento para que entrara algo de aire directo de afuera, lo
cual se agradeció a lo largo del resto del Rallye. El
día lo terminamos con la 3ª y 4ª pasadas por
la Super-Especial, a las 9 de la noche, cinco horas después
de haber disputado el último tramo (...). Cuando salimos
ya estaba medio dormido, lo que nos costó un pequeño
toque en el morro...
El segundo día fue mucho mejor. Supe
“empezar de cero”, olvidando todos los problemas
y la desmoralización de la primera etapa, y la verdad
es que las cosas salieron muy bien. Seguimos con un alto margen,
pero comencé a comprender ese tipo de tramos y los tiempos
que salían eran mejores y yendo más cómodos.
Pude disfrutar de la belleza de aquellas carreteras y de la
velocidad a la que se iba, saltando de un peralte a otro sin
moverse ni un milímetro de la trazada marcada. Y lo pasé
realmente bien en las dos pasadas por Waipu Gorge, tramo realmente
bonito, en el que más nos acercamos a los tiempos de
cabeza. En esta etapa Guifré se vio obligado a llamarme
un par de veces la atención, al considerar que peligraba
nuestro objetivo, pero es que estaba disfrutando de lo lindo...).
Al irme a la cama la sensación y los ánimos eran
muy diferentes de los del día anterior.
Y llegó la temida Tercera Etapa. Para
poner un poco más de complicación al asunto, la
noche anterior había llovido, con lo que se había
formado barro en muchas zonas. Y por si esto no fuera poco,
desde los primeros kilómetros de Te Hutewai pude comprobar
que había un problema con los diferenciales, probablemente
con el central según me explicaría posteriormente
Joseph Calm, el cual hacía que el coche fuera prácticamente
inconducible, ya que al frenar o dar gas con el volante ligeramente
torcido, el coche tendía radicalmente a hacer un trompo;
y vaya que si los hicimos... Fue probablemente el día
en que más apuros he pasado desde que comencé
a correr para mantener el coche en la carretera. ¡Pero
pude hacerlo (...a duras penas)! Incluidas las dos pasadas por
el tremendo Waanga Coast, cuyos 29 retorcidos kilómetros
se hacían interminables, y que tantas sorpresas dio:
salidas de Solá, McShea y varios más, rueda arrancada
de Duval, golpe de Solberg, trompo de Fombona (!)... A lo largo
de toda la etapa podías ver restos de coches por todos
lados: trozos de defensa roja tipo Peugeot 307, muelles, amortiguadores
y copelas fuera de su lugar habitual, un Subaru Gr. N aparcado
en una acequia... ¡Pero afortunadamente pudimos salvarnos
de la quema y terminar tan dificilísimo Rallye!
No quisiera despedirme sin dedicar dos sinceras
felicitaciones a mis compatriotas en el Gr. N, Dani Solá
y Xevi Pons. A Xevi, mi compañero del Equipo Repsol-RACC-Mitsubishi,
por su magnífica carrera en tan difícil Rallye,
llegando a hacer algunos tiempos para quitarse el sombrero,
superando en alguna ocasión a alguno de los “monstruos”
de la categoría. Y a Dani, por la magistral lección
de pilotaje que estaba dándonos a todos, manteniendo
a raya al resto de favoritos del Gr. N, hasta que una desafortunada
salida le dejó fuera de juego.
A la vuelta a casa, en el vuelo de Auckland
a Los Ángeles, continué teniendo Asturias muy
presente. A mi lado se sentó una pareja de Maorís
naturales de Nueva Zelanda, muy simpáticos y charlatanes,
y mi sorpresa fue cuando, después de un buen rato charlando,
ella me dijo su nombre: Tierrina. Seguro que no se escribía
así, ni para ellos significaba lo mismo, pero para mi
estaba muy claro lo que quería decir: mi casa.