DIARIO DEL RALLYE DE MEXICO por Sergio Fombona
 
fotos J.M.Pastor y RACC
¡DURO MADRE, GÜEY!

Es una expresión muy típica en México, que emplean para referirse a algo muy bueno o que “mola mucho”; pero yo la adopto en otro sentido, porque duro, muy duro ha sido para mí el Rallye de México... Duro, como a continuación relataré, en todos los sentidos, empezando por el viaje, siguiendo por los reconocimientos, pasando por los tramos en sí, y terminando con nuestra experiencia en carrera, en un intenso día en el que pasó de todo.

El viaje ya fue un presagio de lo que nos esperaba: 22 horas desde que salí de mi casa en Gijón hasta que llegué a la habitación del hotel en León, con tres vuelos diferentes, incluido un interminable Madrid – México DC de 12 horas de duración. Y tras esta paliza, a la que hay que sumar el famoso “jet lag” o desfase horario (7 horas menos en León), tras un solo día de “adaptación al medio” comenzamos los reconocimientos por unos tramos que poco tenían que ver con lo que nos esperábamos. Nos habían hablado de tramos rápidos, anchos, con buen piso... tramos, en definitiva, para disfrutar; pero lo único que coincidía en lo que nos encontramos era lo de rápidos, ya que precisamente anchos no eran, y lo del “buen piso” queda comprobado que no es sinónimo del Rallye de México al observar que tan solo 25 coches terminaron de los 56 que tomamos la salida. En algunos tramos se sucedían auténticos badenes rompe-coches, que obligaban a frenar casi en seco en zonas rápidas, a pesar de lo cual los coches sufrían y se rompían. Y también destacaban las rocas que escoltaban el trazado, así como el terreno duro y la infinidad de piedras que componían el piso, gracias a lo cual pinchamos tres veces durante los reconocimientos.

El Rallye de México estrenaba formato en el Mundial, al hacer coincidir la segunda jornada de reconocimientos con las verificaciones técnicas, el Shake Down y la Salida Ceremonial, todo ello el Jueves, con lo que todos los equipos pasábamos algún que otro apuro para llegar a tiempo a todos los eventos y para organizar el día. En la mañana de este fatídico día nos llegó la noticia del desgraciado suceso ocurrido en Madrid, recibiendo informaciones a lo largo de la jornada sobre el verdadero alcance del atentado; esto afectó enormemente a nuestro estado de ánimo y al de toda la expedición española en general, decidiendo por unanimidad, y a propuesta de Amán Barfull (Director Deportivo del RACC), llevar todos brazalete negro y crespón negro en el coche. Lo cierto es que el pueblo mexicano en general, muy amable y abierto en esta zona del país, nos transmitió durante todo el fin de semana sus muestras de afecto y su sentido pésame por lo ocurrido en España; desde aquí mi agradecimiento.

En lo puramente deportivo, lo cierto es que el Shake Down salió realmente bien; aunque sólo pudimos dar 4 pasadas al tramo, probamos diferentes soluciones de suspensiones, mejorándolas para el terreno, y quedamos muy satisfechos con el rendimiento del motor, que había perdido menos potencia de la que esperábamos debido a la altitud. Después nos dirigimos a Guanajuato, donde se celebró una Salida Ceremonial realmente espectacular, con dos podiums incluidos, uno de ellos giratorio en el que girábamos 360 grados, un montaje realmente espectacular, con las bellísimas azafatas de todos los patrocinadores y colaboradores del Rallye a lo largo de decenas de metros, y con un público realmente entusiasta y numerosísimo, que llenaba gradas y animaba a todos los participantes (aunque merece mención aparte el furor despertado por el local Triviño...)

EL RALLYE (o lo que duró...)

El enlace hacia el primer tramo ya nos presagiaba nada bueno, ya que detectamos un problema con el acelerador, que continuaba dando gas después de soltar el acelerador. Y esto, con trescientos caballos transmitidos a las cuatro ruedas, no es muy agradable ni fácil de controlar, pero afortunadamente pude repararlo con un remedio tan casero como efectivo antes de tomar la salida en el primer tramo. Éste era uno de los dos únicos tramos realmente bonitos del Rallye, muy bonito, a lo largo de un valle verde, en el que se podía disfrutar corriendo (tan sólo tenía un badén...). Llevábamos ya más de dos tercios de los 29 kms de “Ortega”, cuando el motor comenzó a fallar, parándose por completo unos 400 metros después. Bajamos inmediatamente del coche, sustituyendo la bomba de gasolina como primera medida, pero el coche seguía sin arrancar; comenzamos a comprobar todo lo que estaba a nuestro alcance, instalación eléctrica, relés, fusibles, manguitos, pero nada parecía estar mal y el coche seguía sin arrancar. Cuando nos pasó Pons comprendí que ya llevábamos más de 8 minutos perdidos; estábamos a punto de darnos por vencidos, pero tiré de la puesta en marcha un par de veces más y... ¡ARRANCÓ! No habíamos tocado nada nuevo, pero, cosas de la mecánica, electrónica o meigas viajeras, aquello volvía a funcionar. Terminamos el tramo con el motor fallando tremendamente, pasamos por el refuelling para cargar gasolina, y llegamos a la salida del segundo tramo.

“Santana”; éste era el otro para disfrutar corriendo, ancho, rápido y bonito. Pero el coche volvió a fastidiarnos la fiesta, parándose 500 metros después de tomar la salida. Arrancó a los 30 segundos, falló durante unos kilómetros, y después, poco a poco, se fue quitando el fallo, pudiendo hacer más de la mitad de sus 22´60 kms sin problemas. Cuando llegamos a la asistencia nuestro ánimo estaba por los suelos: acabábamos de empezar y ya habíamos regalado más de 11 minutos en los dos tramos más bonitos del Rallye. Una sensación mezcla de rabia e impotencia recorría mis entrañas. El equipo de Calm Competició sustituyó todo lo que de una u otra forma puede afectar al suministro de gasolina al motor (tanto elementos eléctricos, como mecánicos, como filtros, manguitos...), y partimos hacia los siguientes tramos con el misterioso problema aparentemente solucionado.

El tercer tramo, “Ibarrilla-Zauco” (27´30 kms.), marcaba la pauta de lo que iba a ser el resto del Rallye: duro, rocoso, con badenes..., un tramo para trabajar y cuidar la mecánica. Con los once minutos en la mochila, el tramo nos lo tomamos con calma, asegurando en las zonas más rotas y sin arriesgar lo más mínimo. Terminamos el tramo sin problemas, pero la procesión seguía por dentro...

Y por fin llegamos al fatídico cuarto tramo, que no era sinó una repetición del primero. Era la última oportunidad para correr uno de los tramos bonitos, así que comenzamos a un ritmo alegre con el que estaba por fin disfrutando. A los 10 kms. comenzó a llover, y fue pasando a auténtico diluvio, lo que formaba una fina capa de lodo tremendamente resbaladizo, incluso más que el hielo de Suecia. En tales condiciones, salimos de una curva en tercera derrapando excesivamente de atrás, y la rueda trasera derecha golpeó una piedra en el exterior. Inmediatamente pensé en los posibles daños: quizá rueda pinchada, quizá defensa abollada, quizá llanta rota... Pero pronto pude comprobar que el daño había sido mucho mayor de lo que pudimos imaginar: el coche tenía problemas para avanzar y se comportaba de modo extraño, así que rápidamente hice una evaluación que resultó ser exacta: brazo de suspensión roto y palier salido. Nada más, y nada menos. Terminamos el tramo a duras penas, ya que el diferencial central activo o “inteligente” deja de serlo tanto cuando un palier se rompe o se sale, haciendo que el coche avance o se pare indistintamente.

¡Y tras la meta llegó el calvario! En el refuelling estaba Josep Calm y “Motorín”, mi mecánico de confianza, que nos orientaron para volver a meter el palier en el sitio y hacer un invento para que no se saliera. Pero la primera parte del enlace era tremendamente largo y duro: 25 kms. de tierra, seguido de 10 kilómetros de calzada romana o “pavés”. Siete veces tuvimos que parar a volver a meter el palier y re-colocar el invento, levantando el coche, quitando y poniendo la rueda, apretando cinchas y cuerdas... Entre diez minutos y un cuarto de hora cada parada, sumaba demasiado tiempo que se iba acumulando. En los últimos 40 kms., de autopista y ciudad, no volvió a salirse el palier, pero nos habíamos dejado un auténtico saco de minutos en las reparaciones, con lo que llegamos 28 minutos más tarde de nuestra hora. La exclusión era prácticamente segura, pero aún nos quedaba la esperanza de que se anulara el control por cualquier motivo, por lo que el equipo trabajó a fondo para volver a dejar el coche listo para el segundo día. Pero el control no se anuló...

Teníamos dos días por delante, así que los aprovechamos para volver a pasar por los tramos con el coche de entrenamientos para repasar las notas, fuimos a ver a nuestros rivales pasar alguna zona, e hicimos un poco de turismo. De todo ello habría un sinfín de cosas que contar, pero el espacio es limitado y en algún punto he de terminar mi relato.

Como habréis podido ver, “Duro, muy duro” es el resumen perfecto para mi paso por el Rallye de México. Pero de todo se aprende, incluso en esta carrera hemos podido acumular una importantísima experiencia. Espero poder contar experiencias más alegres y positivas del Rallye de Nueva Zelanda, próxima cita del Mundial.

¡Hasta entonces!