DIARIO DEL RALLYE DE ARGENTINA por Sergio Fombona
 
fotos J.M.Pastor
¿Qué más se puede pedir?

Un magnífico país, idioma familiar, público del más educado y entusiasta del Mundo, y encima logramos puntuar en un Rallye tremendamente duro, además de marcar algunos tiempos mezclados entre los “monstruos” del Gr. N (Solá, Stohl, Paasonen...). Así que el calificativo de mi experiencia Argentina, en conjunto, no puede ser otro que “muy positivo”, por lo que ¿qué más se puede pedir?. Pero vamos a ver el detalle...

Tras un largo viaje (algo a lo que no terminas de acostumbrarte), con un interminable Madrid-Buenos Aires en el que íbamos en una auténtica lata de sardinas con alas, llegamos a la mítica Villa Carlos Paz el Lunes al mediodía. Aquella tarde no sobró mucho tiempo para tomar contacto e introducirnos en el Rallye: pasar por la Organización para hacer las verificaciones administrativas, “acomodarnos” en el hotel (la famosa crisis se deja notar...), ir a ver como marchaba la revisión de los Mitsubishis recién llegados de Nueva Zelanda, coger los muletos, ir a cenar y pronto para la cama, pues el Martes comenzaban los Reconocimientos y ya se sabe que esto de los madrugones es norma habitual en los Rallyes del Mundial.

Bastante antes del amanecer, salimos el Martes los tres equipos RACC (aparte de Pons-Juliá, para este Rallye teníamos la compañía de Sordo-Del Barrio), con nuestras Toyota Hilux (Pick Up), en dirección a los tramos. Había que comenzar a reconocer a las 8:00, pero en el Mundial son muy habituales enlaces superiores a los 150 kms y no precisamente por autopista, y este era uno de ellos. Los tres primeros tramos eran tremendamente bellos, pero daban una imagen un tanto engañosa respecto a lo que iba a ser el resto del Rallye. Se trataba de Amboy-Sta. Rosa, Sta. Rosa-San Agustín y Las Bajadas-Villa del Dique, que se disputarían la mañana del Sábado. Y digo que engañaban porque entrenándolos (y corriendo) daban la sensación de estar en Suecia, pero sin nieve: eran rapidísimos, con buen piso, llaneando, con zonas vistas..., es decir una pasada para disfrutar pilotando. Pero pronto pudimos ir viendo el resto del Rallye y la dureza del mismo, con zonas donde era más importante esquivar piedras que buscar la trazada ideal, baches y vados en los que había que bajar mucho el ritmo, rasantes ciegos en los que no sabías dónde ibas a caer, zonas sumamente lentas con una sucesión de estrechísimas paellas... Mientras que en los primeros tramos la velocidad media superaba los 100 kms hora, había otros como La Cumbre-Agua de Oro ó El Cóndor-Copina en los que apenas se superaban los 60 por hora. El Rallye, por lo tanto, no iba a ser nada fácil, pero lo que teníamos claro tanto Guifré como yo era que había que anotar muy bien todas estas circunstancias, para tener muy claro dónde podríamos correr “a tope” y dónde había que bajar el ritmo para no romper el coche.

¡Y con esa idea salimos desde los primeros tramos! Aunque la Super-Especial nunca suele marcar diferencias, casi siempre se cobra alguna víctima... En esta ocasión, debido a las tremendas roderas que se formaban en su suelo arenoso tras el paso de los WRC (al igual que en un montón de zonas a lo largo de todo el Rallye), fueron dos ExCampeones del Mundo las víctimas de este Tramo inaugural, con espectaculares vuelcos a las primeras de cambio: Toshí Arai y Karamjit Shing, viéndose obligado a abandonar este último. ¡Y el Rallye “de verdad” aún no había comenzado! El primer Tramo con mayúsculas iba a traernos a nosotros mayúsculos problemas... El “Fantasma de México” sobrevolaba sobre nuestro Mitsubishi haciendo que, al igual que en el primer tramo de aquél Rallye, se nos parara el coche sin motivo aparente. Con la experiencia ya adquirida en el país de los cactus, Guifré se bajó rápidamente del coche para verificar todas los elementos relacionados con la gasolina (los síntomas eran idénticos a los vividos en México), y no tardó mucho en encontrar y solucionar el problema (una conexión en el circuito de la gasolina suelta), aunque cuando terminamos de atarnos Geradzhief ya nos había pasado. A los pocos kilómetros se repitió la jugada, pero esta vez, yendo a tiro fijo, el tiempo perdido fue menos. Pero, como no hay dos sin tres, una vez más volvimos a quedar tirados; y esta vez Guifré se cercioró de que no volviera a ocurrir, fijando bien la conexión con cinta aislante. Cuando nos re-incorporamos, acababa de pasarnos Vollak con una rueda pinchada, pero el polvo que levantaba en estos arenosos tramos hizo que nos quedáramos detrás de él hasta la meta del tramo (no tendría sentido arriesgar y chocar el coche tras haber perdido tanto tiempo). Al final, nos fuimos con un “regalo” de cuatro minutos y medio... Pero el Rallye era muy largo y muy duro, así que “nos hicimos fuertes” y decidimos seguir a un buen ritmo todo el Rallye, a la espera de ir recuperando tiempo a los más lentos, así como a los que sufrieran algún problema; pero el problema lo volvimos a sufrir nosotros... Era la segunda pasada por Villa Giardino-La Falda; llegando al fatídico vado donde habían abandonado nuestros dos compañeros del RACC, vimos que justo a la salida estaba parado el japonés Nutahara; tras esquivarle, nos quedamos allí para hacerle compañía... ¡Otra vez se nos había parado el coche! Con la experiencia de lo ocurrido a Pons y a Sordo, de lo cual habíamos estado hablando durante la asistencia, nos tiramos a la admisión de nuestro Mitsubishi, desmontando cuantas piezas éramos capaces, y secándolas lo máximo posible para intentar ponernos en marcha de nuevo. Y lo conseguimos... pero habíamos perdido 17 minutos. Aún así, no teníamos tiempo ni para la autocompasión, ya que si nos dormíamos podrían llegar a excluirnos por exceso de penalización, y esto ya lo habíamos vivido en México... “Sólo” llegamos seis minutos tarde al siguiente control, así que ya teníamos otro minutito de regalo. En total, al llegar al final de la segunda etapa, eran veintidós minutos y medio “que no nos correspondían” los que figuraban de más en nuestro casillero. Os podéis imaginar con qué cara te vas a la cama esa noche, aunque ni Guifré ni yo perdimos la profesionalidad, estudiando antes de dormir los vídeos de los tramos de la jornada siguiente, y planificando la estrategia a seguir con esta nueva situación: seguir a buen ritmo para tratar de dar alcance a nuestros rivales más lentos y para aprovechar los problemas que otros pudieran tener, con el objetivo final de entrar en la zona de puntos, consiguiendo de paso algún tiempo destacable.

Y buena parte de estos objetivos los logramos ya a lo largo del segundo día. Tenía dos zonas claramente diferenciadas: los tramos “suecos”, con medias superiores a los 100 kms/h, en los que realmente disfrutamos con su rapidísimo ritmo (no así nuestros compañeros, que tras re-iniciar la prueba gracias al “Super Rally”, volvieron a abandonar en el primer tramo con rotura de diferencial); y los tramos cercanos a Villa Carlos Paz, tremendamente lentos y rotos. Pero supimos mantener un buen ritmo, que nos permitía seguir con el coche entero, e ir remontando a la vez posiciones, ya que otros pilotos “menos cuidadosos” rompieron sus coches o los chocaron. Por otra parte, de los dos pilotos que teníamos como objetivo, al final del día ya habíamos conseguido pasar a uno (Frisiero), mientras que al otro (Geradzhief) lo teníamos a tan solo 15 segundos. Y para colmo de alegrías, ya estábamos octavos, por lo que ya puntuaríamos si tan solo lográbamos mantener la posición en la tercera etapa, algo totalmente impensable cuando iniciamos la jornada.

El tercer día, obviamente, era decisivo. A Geradzhief lo pasaríamos con seguridad en el primer o segundo tramo, con lo que no teníamos más que ir a un ritmo aceptable. Pero por otro lado, éste era mi último Rallye de Tierra de la temporada, y tenía que demostrar de algún modo que, tras cuatro Rallyes del Mundial, podía estar en los tiempos “de cabeza”; el futuro aún no está decidido, y si quiero que Repsol y el RACC continúen apoyándome para el año que viene, tenía que demostrarles que la evolución había sido la deseada, y que en una segunda temporada ya estaría en condiciones de luchar por posiciones más destacadas en cada Rallye. Y la jugada nos salió bien ya que, a pesar de ir con todo el cuidado posible para que no se nos rompiera el coche, y midiendo los riesgos para no chocar el último día (lo cual hubiera sido desastroso), conseguimos marcar unos cronos bastante buenos. En concreto, un segundo y dos terceros entre los pilotos del Mundial que aún seguíamos en carrera, venciendo a Solá, Stohl y Paasonen en diferentes tramos. Con todo ello, al Búlgaro lo pasamos con facilidad, recuperando además otro puesto con el abandono de Galli, ¡con lo cual ya éramos sextos! Tan sólo un pinchazo en el penúltimo tramo nos hizo pasar algún apuro, pero al llegar a la meta del último la satisfacción de Guifré y mía era máxima, satisfacción por un trabajo bien hecho.

Cuando llegamos al “Service Park”, la alegría del Equipo también era inmensa, y nos fundimos en un abrazo con varios de nuestros mecánicos. Ellos se merecían que al menos un coche llegara a la meta, pues el trabajo que habían realizado durante toda la semana había sido titánico, y tan sólo la mala suerte, o las circunstancias o ¿? habían hecho que dos de sus coche se quedaran tirados a las primeras de cambio.

En definitiva, habíamos conseguido un importantísimo resultado en muchos aspectos: en primer lugar para Calm Competició, que “necesitaba” demostrar que podían hacer llegar un coche a la meta de tan duro Rallye; puede que no sean el equipo más experto o preparado del Mundial (no olvidemos que hay Equipos Oficiales), pero están poniendo toda la carne en el asador, su mejor intención, y todos los medios de los que disponen para que todo vaya lo mejor posible. En segundo lugar, para el Equipo RACC-Repsol, que hasta ahora ha puntuado en todos los Rallyes disputados (Pons-Juliá en México y Nueva Zelanda, y yo con Guifré en Suecia y Argentina), demostrando el éxito de tan interesante e importantísima iniciativa para llevar pilotos españoles al Campeonato del Mundo. Y por último para mi, ya que en un deporte en el que siempre estás “en la picota”, es indudable que resultados positivos como éste ayudan a asentar la imagen de cara a prensa, patrocinadores, aficionados..., todo ello sin olvidar la importante carga de moral y el respaldo que nos da para ir a por todas en los Rallyes de Asfalto que se aproximan!

Por todo ello, como decía al principio, ¿qué más puedo pedir? Aunque, puestos a pedir, no pediría más sino menos: veintidós minutos menos que “no eran nuestros”, sin los que hubiéramos terminado cuartos en lugar de sextos...

¡Un saludo y hasta Alemania! (Aunque pronto nos veremos por mi Tierrina...)

Sergio Fombona